viernes, 17 de febrero de 2012

El secreto del bosque de Connaught


Cuando anochecía la familia MacCaomhog, al completo se reunían alrededor de la lumbre mientras desmigaban en sus tazones de leche aguada, un cacho de la hogaza del pan de centeno robada en la cocina del castillo de Sidhe Fionna, allí servían el matrimonio y la mayor de sus hijas, mientras que los tres barones trabajaban el campo del príncipe Lairgean. Pues como iba diciendo, reunidos frente al fuego reconfortante el abuelo Loands un anciano de 96 años, les contaba cada noche una leyenda que hacía las delicias de la familia sobre todo porque las hadas, Delfos y Duendes siempre salían victoriosos en estas historias mágicas.

Aquella noche de octubre mientras el aire soplaba gélido como es habitual en el norte de la Isla de Irlanda, el viejo Loands dijo:
—Sabed que la historia de hoy es cierta y que le pasó al padre de mi abuelo un día que andaba recogiendo un poco de shamrock para hervirla y preparar un caldo con el que reconfortar el hambre y el espíritu—
Nadie hizo ninguna pregunta de cómo la planta podría reconfortar el espíritu  pues por todos es conocida la planta sagrada de los druidas, cuyas hojas forman una triada, número místico de la religión celta que todo hombre de bien seguía en aquel rincón del mundo.
 
El tatarabuelo Loands se adentro en el bosque de Connaught a pesar de las oscuras leyendas que corrían sobre entrar pasada la hora del elfo, guardián de la morada de los feéricos del lugar.

Entró como siempre por el lado sudoeste porque es donde menos humedad hacía y el shamrock crece mejor, cuando ya llevaba media cesta llena escucho un siseo que llegaba de la charca, a medida que se acercaba el siseo se hacia mas y mas audible, una vocecita cantarina casi infantil debatía con alguien la importancia de sentirse libre dentro de aquel bosque rodeado de fronteras. Separando cuidadosamente los matorrales el abuelo creyó que su mente anciana le jugaba una mala pasada al ver allí sentadas frente a frente una niña con alas y un Goblins que hablaban tan tranquilos sobre sus cosas…Pero el oído de las hadas es muy fino y en seguida la niña dirigió su mirada hacia donde estaba escondido el viejo Loands. —Ehhh, tu que haces ahí escondido, es que acaso nos estás espiando por indicación de Outs (el duende chismoso)—

El anciano dio dos pasos atrás tan rápidos que sus pies se anudaron cayendo al suelo de culo y maldiciendo a todos los enanos, así llamaba el a los pequeños duendes del pantano. —Yo no soy un espía y usted señorita no debería andar por ahí hablando con un Goblins, o ¿es que su madre no le advirtió sobre esos hombrecillos oscuros y desalmados, capaces de todo por conseguir un poco de  polvos de oro y plata que dejan todas las hadas buenas tras su batir de alas?  —

Loands maldijo tanto y dijo tantas palabras prohibidas… que no me atrevo a repetirlos para que luego no tengan que lavarme la boca con zumo de limón. Se levanto tan rápido como le permitían sus articulaciones, algo atrotinadas por la edad, mirando fijamente al hada Tiznahin, le dijo; —Si tan segura estás de su amistad hagamos un trato, Tu baila la danza de la abundancia alrededor del nogal seco y si tu amigo no se mueve ni un ápice a recoger el polvo que desprendan tus alas, yo le pediré disculpas y prometo no volver jamás a renegar de los enanos del pantano— 
El abuelo sabía que esa danza dejaría a la pequeña hadaexhausta, pero también que con tanto aleteo quedarían pequeños montones de polvo de oro y plata en el suelo y el Goblins no podría resistir la tentación de tirarse a recogerlo.  El hombrecillo del sombrero iba a protestar pero Tiznahin se adelantó, — ¿como osas insultar a mi amigo insinuado que sería capaz de traicionarme?, ¿Es que a ti tu madre no te enseño a no meterte en las cosas de los demás?-

—¡Umm!— Tiznahin se quedó pensando y dijo; —No me parece justo, tu castigo no puede ser solo el arrepentimiento y la disculpa, así que si lo que tu dices; que pasará… pasase, has de prometer que no volverás al bosque a recoger hierbas…—
Las ganas del abuelo por salvar a la pequeña hada eran grandes, pero si se equivocaba con las malas intenciones de hombrecillo, su familia podría morir de hambre al no poder volver jamás a recoger alimentos con que acompañar el agua que hervía siempre en un puchero a la espera de que alguien le tirase algo que diera sabor y sustancia. —hecho— dijo el abuelo.

Las damas blancas, hadas protectoras de todos los seres que habitan el bosque, cuidaban y observaban todo la escena a distancia, escondidas y compadecidas del abuelo que sabía lo mucho que arriesgaba por salvar a la traviesa y descarada Tiznahin.
Una música de violines llegaba hasta ellos de todos los puntos del bosque y con unos graciosos contoneos entrecortados inició la danza mas bella que jamás haya visto ojo humano, en cada giro y pirueta caía tras de sí estelas del polvo mágico de las hadas, tornándose oro y plata al contacto con el suelo. Afortunadamente nuestra amiga, entretenida y concentrada con su danza no podía ver los ojos de avaricia del hombrecillo, cuando con gesto disimulado empujaba con su piececillo pequeñas montañitas dentro del gorro puntiagudo que había dejado caer convenientemente al suelo. Mi bisabuelo embobado con la danza no se percató de las malas artes del malvado Goblin y cuando finalizó la música y el hada cayo exhausta al suelo, este recogió su sombrero y se lo puso en al cabeza, sin moverse para nada para que no se le cayera el preciado polvo mágico. 

Cuando Tiznahin recuperó el aliento, dijo —Lo ves, como no se mueve a recoger el tesoro por el cual le acusas de una amistad interesada, así que recuerda tu promesa y sal del bosque para no regresar nunca más—El viejo Loands recogió su cesta y con los ojos nublados por las lágrimas, dio media vuelta y empezó andar dirección al sendero del norte que le llevaría hasta el linde de los árboles sin nombre y unos pasos mas, estaría en el cruce que le llevaría hasta la aldea. Cuando solo faltaban unos metros para salir del bosque, vió un arbusto cargado de moras, agachado recogiéndolas se preguntaba extrañado como podía habérsele pasado semejante milagro al entrar, enredado en sus pensamientos andaba la carita del hada, sonaba en sus oídos la melodía que no olvidaría en su vida, cuando de repente escucho unos grititos que pedían auxilio, era la voz Tiznahin.

Tiró la cesta y corrió todo lo rápido que le permitían sus viejos y desgastados huesos al llegar bajo el nogal vió como el malvado hombrecillo, le gritaba al hada que atada con hebras de acacias intentaba defenderse del cuchillo que buscaba cortar la bolsita que hay bajo las alas donde se produce y conserva el polvo mágico, cuando solo lo separaban unos pasos, este se giró y mirando fijamente a los ojos del bisabuelo, lo dejo paralizado por un momento no pudo dar un paso por mas que lo intentaba, solo las lágrimas de la pequeña Tiznahin, tocaron el corazón del viejo Loands y sin saber como dio dos pasos y de un manotazo lanzó al hombrecillo contra el nogal, cayéndosele el sombrero al suelo y desparramando el polvo que durante el baile había robado, llegaron las damas blancas volando, soltaron a la llorosa hada que temblaba tanto que sus alitas no dejaban de soltar polvo, haciendo estornudar a todos los feeticos y animalillos que habían acudido.

Todo era alboroto y ruido cuando llegó el Sarónido (Druida encargado de la instrucción de los jóvenes), no fue necesario pedir silencio porque a un gesto de su mano todos callaron.
 —Tiznahin, espero que hayas aprendido la lección, a pesar de estar advertida por tus mayores sobre como se las gastan los Goblins, no escuchaste la voz de la experiencia y la bondad que salió de la boca del viejo Loands, que a pesar de ser un humano que descubrió desde niño nuestra existencia jamás ha revelado nuestro escondite y solo acude a nuestro territorio en busca de alimento para su familia, le debes la vida y una disculpa, confío en que sabrás recompensar su fidelidad y nobleza—  Triste y todavía con los hipidos entrecortados dijo; —Te pido perdón por no respetar las canas de la experiencia y por confiar mas en las palabras zalameras de un engañoso desconocido que en la voz del amigo que desde niño nos ha demostrado fidelidad, en compensación a tu bondad y nobleza, te concedo el fruto de este nogal que hasta hace unas horas era seco y que solo dará el fruto para ti y tus futuros descendientes, así como los frutos del zarzal que hay junto a los árboles sin nombre que solo nacerán cuando tu o uno de los tuyos se acerque al camino— y dicho esto, sonó de nuevo esa suave y dulce melodía que acompañan a las hadas. Una gota de roció cayó de pleno en la frente del bisabuelo que tumbado sobre la hierba y bajo el roble seco le alcanzó los primeros rayos del sol de la mañana, al incorporarse y recoger el cesto que permanecía a su lado comprobó que estaba lleno de nueces, miró hacia arriba y observó que el árbol seguía tan seco como en la noche anterior. 

Cuando llegó al linde del camino y de los árboles sin nombre, junto al arbusto le aguardaba otro cesto lleno de ricas moras silvestres, giró la cabeza hacia el bosque y descubrió unas figuras diminutas que corrían a esconderse, sacudió la cabeza sonriendo y pensó en lo afortunado que era por conocer el secreto de aquellos seres mágicos, secreto que sólo se transmitiría al primogénito (hombre o mujer) de las futuras generaciones del clan de los MacCaomhog.


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