La historia que voy a contarles pueden creérsela o no, pero que sepan
que es tan cierta como la luna que nos alumbra el camino de huida de nuestra
querida aldea Ath Cliathe, corre el año 485 d.c. y mi pueblo se ve obligado a
esconderse en los espesos bosques que hay junto al río Liffey, único lugar
donde las miradas extrajeras no podrán penetrar y protegidos por nuestro Druida
Strabo que significa “inspirado” y su mujer Cerdiwen, también Bandrui (como se
denomina a las druidas femeninas).
«No se equivoquen no tiene nada que ver con la Cerdiwen de la leyenda»
Cuentan las
viejas que ella preparó en un cáliz una pócima que daba sabiduría infinita sobre el
pasado, el presente y el futuro. Preparó el potingue para su hijo Affagdu (=
oscuridad absoluta) para compensar el poco agrado físico que tenía. No
obstante, su ayudante tomó tres gotas de la bebida. Para escapar de su ira huyó
y se escondió adoptando diversas formas. Finalmente tomó la forma de un grano
de trigo que fue tragado por Ceridwen. De esto Cerdiwen se quedó embarazada y
dio a luz a otro hijo, Taliesin, quien está
visto hoy en día como el prototipo de todos los druidas.
«Cuento esta leyenda como confirmación de que existían
druidas femeninos y que su rango no era necesariamente inferior al de los
hombres».
Estábamos cansados, muertos de frío y por lo menos nos habríamos
adentrado unos dos kilómetros en la espesura, solo nos rodeaban gigantescos robles,
árboles sagrados para los celtas a cuyos pies se podían encontrar grandes
cantidades de muerdago, planta medicinal muy utilizada por los druidas para
hacer pociones medicinales y sanadoras, no había mas que mirar hacia atrás y
comprobar como parecían cerrar filas tras nuestros pasos. Cuando ya creía que
no podría dar ni un paso mas, se detuvo la caravana humana y nuestros guías nos
dieron instrucciones para que la gente formara el gran circulo con sus carros y
en cuanto hubiéramos dejado nuestros bártulos nos acercáramos al que sería
nuestro punto de encuentro donde rendir culto a nuestros Dioses, nos dispusimos
alrededor de la Mac Ibar
(hijo del tejo) roca enorme, altar dispuesto como por obra de magia bajo las
ramas de un Tejo centenario.
— No temáis — empezó diciendo, —Aquí no podrán encontrarnos jamás, estos
árboles serán nuestros muros y harán que nuestro pueblo permanezca invisible a
los ojos de nuestros enemigos y cuando llegué el momento, prometo guiaros hasta
la colina de Tara, donde nuestros reyes nos protegerán de las invasiones
bárbaras que están por llegar—
Dicho esto, hizo una señal para que los hombres encendieran hogueras con
las que paliar el frío de la noche y las mujeres dispusieran junto a los
carros, todo lo necesario para que los lechos improvisados de aquella primera
noche recibieran a nuestros cuerpos cansados, como si se tratara de un colchón
de heno recién segado. Fue a la mañana siguiente cuando descubrimos que la luz
que se colaba por entre el follaje no era la suficiente para poder distinguir
el día de la noche y cuando los ancianos fueron a buscar a Strabo y Cerdiwen,
estos no se encontraban en su carro, un murmullo de miedo y abandono recorrió
todo el asentamiento, las preguntas eran tantas y las respuestas tan pocas… que
Stainers nuestro alcalde tomó la palabra;
— No adelantemos acontecimientos, seguramente han ido algún lugar
apartado para ofrecer los sacrificios necesarios para que los dioses protejan a
nuestro pueblo — una exclamación de alivio y tranquilidad falsa corrió de boca
en boca.
Cinco fueron los días que esperamos a que volvieran, la comida que
habíamos traído empezaba agotarse y en aquel bosque de follaje cerrado no
habían animales que cazar, el recodo del río no tenía peces y las hierbas eran
muchas y variadas, pero todas desconocidas para nuestro pueblo, los ánimos
empezaban a faltar porque pasábamos de la noche al día y devuelta a la noche sin
recibir la luz de energía proveniente del sol. Cuando ya, la esperanza parecía
haber casi desaparecido de todos nosotros, aparecieron el matrimonio con sus
túnicas manchadas de sangre y las cuencas de sus ojos vacías.
Las exclamaciones de dolor por la visión de nuestros guías y
protectores, se unían a las lágrimas que corrían por nuestras mejillas, que nos
hacían escocer nuestros ojos como si estos también hubieran desaparecido a la
vez que los de nuestros druidas. No hizo falta guiarlos a través del gran círculo,
cuando llegaron a la altura del Tejo, se dejaron caer en el suelo y bebieron
del agua que les ofreció la mujer del panadero.
— Amigos no dejéis que vuestros ojos os engañen, no hemos sufrido ataque
alguno, mi mujer y yo hemos ofrecido a Dagda, señor de los elementos y del
conocimiento una paloma blanca, para que proteja a nuestro pueblo y el
sacrificio ha sido aceptado, nos protegerá… — un murmullo de tranquilidad
cubrió el claro por unos instantes y entonces Stainers comento;
— Si pero en este bosque sin luz
no hay caza, ni pesca y los alimentos se están agotando las dos vacas ya no dan
leche y nuestros hijos morirán de hambre—
— ¿Dónde esta vuestra fe? acaso nuestros Dioses no han cuidado siempre
de nosotros— esto último no fue una pregunta sino una afirmación. Hemos
invocado a Mórrigan, reina y señora de los fantasmas para pedirle que nos
esconda de las miradas bárbaras y a cambio a pedido nuestros ojos—, —Ohhhhhh—
corearon todos. — No, os preocupéis podemos seguir viendo cuanto nos rodea con
los ojos del corazón y a cambio nos ha otorgado una larga vida y un prospero
futuro para nuestro pueblo, así que vayámonos todos a dormir y descansar que
mañana tendremos un largo y duro día de trabajo en la construcción de un nuevo
pueblo, hasta que seamos llamados a un nuevo destino—.
Por aquel entonces yo solo era una niña de nueve años, pero todavía
recuerdo a aquella noche o día en la que mi pueblo se fue a dormir en la
confianza y fe ciega a las palabras pronunciadas por nuestros Druidas. Al
despertar un cielo azul ocupaba todo el tapiz de encima de nuestras cabezas, en
las ramas de los robles se posaban pájaros y ardillas, entre el muerdago y la
hierba se veía retozar alegres conejos y a lo lejos tímidos venados pastaban
silenciosos y cautelosos, cerca del río donde se habían acercado algunas
mujeres que coreaban alegres la canción de los peces verdes en la laguna transparente…
Todos querían dar las gracias a Strabo y Cerdiwen, entregándoles la
primera leche ordeñada de las vacas, el agua fresca recién cogida, nueces y
miel del panal descubierto por casualidad, todos necesitábamos transmitir
nuestra alegría y agradecimiento a nuestros guías espirituales y protectores
que con su sacrificio salvaron a
nuestro pueblo durante mas de cien años, hasta que fuimos llamados por nuestros
reyes, para acudir a su tierra, a la tierra…
pero esa es otra historia que ya les contaré otro día, si en realidad
les interesa conocer a mi pueblo…
— ¿Qué quieren saber quién soy?, seguramente mi nombre les dirá muy
poco, aunque mis padres me llamaron Nuádha desde mi nacimiento. Siempre tuve una
bonita voz y al cumplir los dieciocho años fui elegida como Bardo de mi pueblo,
para cantar y recitar poemas, cuentos y leyendas que se transmitirían de padres
a hijos hasta nuestros días… —
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